martes, 17 de noviembre de 2015

Te quiero mi Señor | I need Thee every hour | Annie Sherwood Hawks


Annie Sherwood Hawks nació el 28 de mayo de 1835 en Nueva York. Desde muy pequeña ella demostró tener un particular talento enfocado en la poesía. Sus escritos fueron publicados uno tras otro en varios periódicos de la localidad cuando Annie tenía tan solo 14 años.

Años después contrajo matrimonio con Charles Hawks y con él tuvo tres hijos. La vida de Annie, durante muchos años se centró en la vida familiar y en la noble tarea de ser madre y una abnegada esposa. Una mañana, la joven esposa y madre de 37 años estaba muy ocupada en sus quehaceres cotidianos. De repente sintió la necesidad de estar más cerca a Dios. Por ello se preguntó…

 ¿Cómo se puede vivir sin Él?

…Sea donde sea, en la alegría o en el dolor. “Necesito de Ti a cada hora”... fueron las palabras que acariciaron sus pensamientos, aquella palabras inspiradoras tuvieron una plena posesión de su alma. Se sentó cerca a las ventanas abiertas de su habitación y con lápiz y papel dejó que la inspiración guíe su mano. 

I need Thee every hour

I need Thee every hour, most gracious Lord;
No tender voice like Thine can peace afford.

Refrain
I need Thee, O I need Thee;
Every hour I need Thee;
O bless me now, my Savior,
I come to Thee.

I need Thee every hour, stay Thou nearby;
Temptations lose their power when Thou art nigh.

Refrain
I need Thee every hour, in joy or pain;
Come quickly and abide, or life is in vain.

Refrain
I need Thee every hour; teach me Thy will;
And Thy rich promises in me fulfill.

Refrain

I need Thee every hour, most Holy One;
O make me Thine indeed, Thou blessèd Son.

Refrain

Al principio, Annie no conseguía entender por qué estas palabras habían calado tan hondo en su palpitante corazón. Sin embargo, un trágico acontecimiento sería el motor para su entendimiento. La sombra de la pérdida de su esposo consiguió que comprendiera a plenitud las frases de aquel hermoso poema que ella misma escribió.

Tiempo después, Annie Hawks entregó el escrito a Robert Lowry, quien era el pastor de su iglesia. Lowry añadió la melodía, el estribillo y lo convirtió en el himno que en la actualidad conocemos.





Te quiero Mi Señor

Te quiero, mi Señor;
habita en mí,
y vencedor seré
por fe en ti.

Coro
Te quiero, sí, te quiero;
siempre te anhelo;
bendíceme ahora;
acudo a ti.

Te quiero, ¡oh Jesús!,
mi Salvador.
¡Oh!, hazme en verdad
tu servidor.

Tu voluntad, Señor,
enséñame;
y de tu gran amor,
¡oh!, cólmame.

¡Oh! mi gran Bienhechor,
en tentación
concédeme valor
y protección.


El himno fue utilizado por primera vez en la National Baptist Sunday School Convention en Cincinnati, Ohio, en Noviembre del año 1872.

Fuente:
http://www.hymntime.com/tch/htm/i/n/e/ineedteh.htm
http://blog.thegospelworkshop.com/category/recommended-articles/
Midi:
http://www.hymntime.com/tch/mid/i/n/e/i_need_Thee_every_hour.mid
Partitura:
http://www.hymntime.com/tch/pdf/i/n/e/I%20Need%20Thee%20Every%20Hour.pdf

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Mis canciones Preferidas: Somebody to Love - Queen


Navegando por Internet me encontré con que...

"Somebody to Love" es una canción de la banda britanica Queen. Aparece en el disco A Day at the Races publicado en 1975. Fue compuesta por el vocalista y pianista Freddie Mercury.

Lo mas destacable de este tema es su mezcla entre rock y "gospel", lo que se puede evidenciar en la voz de Freddie Mercury donde se explaya con escalas de voz muy complicadas y por los coros hechos por Mercury, Brian May y Roger Taylor, teniendo un aire rock y de balada, con una letra fuertemente religiosa. Se nota altiro que fue influenciada por los coros de bandas blues y de jazz, en las que predominan esos llamativos juegos de voces.

En la grabación de este temazo, el productor musical Roy Baker utiliza la técnica de duplicidad de voces en multicanales al estilo del fragmento operístico untilizado en el anterior exito llamado Bohemian Rhapsody.
Como notaremos al escucharlo la voz predominante en los coros es la del baterista Roger Taylor para los registros más altos luego la de Freddie y por último la de May para las notas más graves.

El resultado final es un Gospel in crescendo que culmina con un desgarrador "somebody to love" en el cual Freddie recorre varias notas cambia de escala e incluso se escucha cuando toma aire para descargar las últimas notas.

Lo otro destacable en esta canción es el característico "attack" (entrada del solo) deBrian May con la guitarra, como casi siempre imperceptible y fundido en esta canción con los registros altos de Taylor. Esta técnica hace que no se rompa la continuidad sonora ni la belleza de una balada-rock con la entrada del solo.

Muchos dicenque la letra de esta canción podría definir la vida sentimental de Mercury; ejemplificando la situación como de muchas parejas esporádicas pero nadie realmente a quien amar.

Podemos destacar como detalle adicional que era una de las canciones favoritas de Freddie para interpretar en directo, puesto que desde su publicación en 1976 hasta la gira Works tour siempre fue interpretada en vivo. Incluso Queen la llego a interpretar ante 320 mil almas en el festival Rock in Río en el año 1985 en la ciudad Río de Janeiro.

Muchos grupos y bandas hicieron el Cover de esta magistral canción, así también fue interpretada por los chicos de la famosa serie de televisión Glee en el 2009 en su primera temporada, en el capitulo 5. 

Fuente:
http://detrasdelacancion.blogspot.com/2009/07/somebody-to-love-queen.html
http://www.foxplay.com/ar/watch/17975569?ref=fox&folder=/ar/videos/view/17975569-glee-somebody-to-love

Descargue aquí el mp3:
Somebody to Love - Glee Version
Somebody to Love - Queen

jueves, 25 de septiembre de 2014

El Himno Nacional del Perú

El 7 de agosto de 1821, en la gaceta del Gobierno, fue publicada una convocatoria para un concurso en particular. El general José de San Martín estaba decidido a elegir la Marcha Nacional del Perú.

Aquella convocatorio causó mucha atención entre muchos de los profesores de bellas letras, compositores destacados de la época; y, así también a los aficionados en general. No solo por la tentadora retribución que daría el gobierno de aquel entonces, sino también al privilegio otorgarle el himno al país.

Dicho certamen se realizó con toda probabilidad en el salón de don José de Riglos, donde se realizaron las pruebas por medio auditivo, utilizándose para tal fin en el clave (no clavicordio) de este amigo íntimo y colaborador de San Martín. Éste último, al no encontrar, entre las siete obras escuchadas, una Marcha de su gusto, resolvió adoptar, provisoriamente y de facto, la presentada en último término por Alcedo, cuya belleza melódica e impulso dinámico probablemente ya conocidos por San Martín en alguna audición extraoficial recibieron sin duda un calor expositivo convincente a través de la segunda audición, animada por el proverbial fervor patriótico del autor.

Adoptada la Marcha, procedió Alcedo a su orquestación y ensayo por la orquesta del Teatro, la cual pudo así estrenarla oficialmente en la noche del 23 de septiembre de 1821, en el Teatro de Lima, en una función a la que asistieron San Martín y los próceres de la independencia nacional que en esa fecha se encontraban en la capital. La bella voz de la señora Rosa Merino fue la primera en entonar esta canción nacional. El auditorio, al escuchar la música y letra del Himno Nacional, respondió poniéndose de pie sugestionados por Alcedo, que dirigía la orquesta.

Las estrofas originales fueron compuestas por el poeta iqueño y sanmarquino de la Facultad de Artes, don José de la Torre Ugarte. Las estrofas del himno son un claro testimonio del fervor patriota del poeta y de los ideales emancipatorios de los peruanos. Esto muestra un compromiso de los peruanos por la independencia.

El 8 de mayo de 1901, en Lima, se aprueba la Edición Oficial restaurada del Himno Nacional del Perú según se dicta de la siguiente manera:
"Visto el memorial presentado por el profesor de música don Claudio Rebagliati, manifestando: que la canción nacional del Perú, compuesta por el maestro don José Bernardo Alzedo y adoptada por el Supremo Gobierno en 1821, ha sido adulterada desde entonces, por no haber existido sino una partitura para bandas militares, y que en 1869, no pudiendo el maestro Alzedo por su avanzada edad escribir en forma la música del himno, comisionó al recurrente profesor Rebagliati con ese propósito, obteniendo en seguida el trabajo de éste la plena aprobación de aquél, y teniendo en consideración:
Que la comisión nombrada por el Ministerio de Gobierno, en 13 de abril de 1900, compuesta de los profesores don J. M. Valle-Riestra, don Benjamín Castañeda, don F. Francia, don S. Berriola i don Pedro López Aliaga, asegura en el informe que corre en estos actuados, que la restauración del himno hecha por el profesor Rebagliati, es aceptable, por las varias razones que aduce, entre otras, la de hallarse ella conforme con una cartina del puño del maestro Alzedo, Proporcionada a la comisión por el profesor don Francisco Filomeno: y
Que es necesario poner fin a las alteraciones caprichosas hechas en la canción nacional, para que se conserve tal como fue arreglada por su autor;

SE RESUELVE:

1º Apruébese la restauración de la música del himno patrio (...).
2º En los actos oficiales no podrá entonarse otro himno que el aprobado por esta resolución, (...).
Regístrese, comuníquese y publíquese;
Rúbrica de S.E-Zapata."

Durante el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado se intentó modificar el segundo y tercer párrafo. De la misma forma el gobierno de Francisco Morales Bermúdez dispuso que en ceremonias oficiales y colegios, se cantase la última estrofa en lugar de la primera. Con el inicio del segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry se volvió a cantar el Himno con la primera estrofa.
El Tribunal Constitucional determinó en junio de 2005 que la primera estrofa del himno (Largo tiempo...) no es de la autoría de José de la Torre Ugarte, sino más bien fruto del folclore popular y que su inserción en el himno expresa la voluntad del pueblo peruano representado en el Parlamento Nacional mediante la Ley Nº 1801; por lo que merece mantenerse como intangible.3 Sin embargo, también verificó que se había excluido la quinta estrofa original del himno y considerando la legislación de los derechos de autor y la integridad de la obra ordenó que se restituya dicha quinta estrofa que, en la versión actual del himno, sería la sexta estrofa de un total de siete.
En setiembre de 2009, el Gobierno del Perú dispuso que se cantara en ceremonias oficiales la última estrofa (En su cima los Andes sostengan...) en lugar de la primera, lo cual se realizó el 24 de setiembre (Día de las Fuerzas Armadas) y el 8 de octubre (Día del Combate de Angamos).
El himno se canta con la mano derecha sobre el pecho a la altura del corazón. En ceremonias, al culminar de entonarlo, el celebrante pronuncia ¡Viva el Perú! y la concurrencia responde '¡Viva!'
Si bien el Himno Nacional del Perú consta de un coro y siete estrofas, estas no se interpretan al pie de la letra. Durante mucho tiempo, se interpretó la primera estrofa y el coro, pero, a partir de setiembre de 2009, a instancias del ministro de defensa Rafael Rey y por solicitud de las fuerzas armadas, se decidió que, en adelante, se entonase el coro y la última estrofa. El Himno Nacional también tiene ciertas peculiaridades en el momento de su interpretación, especialmente repeticiones, y es cantado en general de la siguiente manera:

En su cima los Andes sostengan
La bandera o pendón bicolor,
Que a los siglos anuncie el esfuerzo
Que ser libres, por siempre nos dio.
A su sombra vivamos tranquilos,
Y al nacer por sus cumbres el Sol,
Renovemos el gran juramento
Que rendimos al Dios de Jacob. (bis)

Letra Actual del Himno Nacional de Perú

Coro
¡Somos libres! ¡seámoslo siempre!
Y antes niegue sus luces el Sol,
Que faltemos al voto solemne
Que la Patria al Eterno elevó.
Estrofa I
Largo tiempo el peruano oprimido
La ominosa cadena arrastró
Condenado a una cruel servidumbre,
Largo tiempo en silencio gimió.
Mas apenas el grito sagrado
¡Libertad! En sus costas se oyó.
La indolencia de esclavo sacude,
La humillada cerviz levantó.
Estrofa II
Ya el estruendo de roncas cadenas
Que escucharon tres siglos de horror
De los libres, al grito sagrado
Que oyó atónito el mundo, cesó.
Por doquier San Martín inflamado,
¡Libertad! ¡libertad! pronunció:
Y meciendo su base los Andes,
La enunciaron también a una voz.
Estrofa III
Con su influjo los pueblos despiertan
Y cual rayo, corrió la opinión,
Desde el Istmo a las tierras del fuego
Desde el fuego a la helada región.
Todos juran romper el enlace,
Que Natura a ambos mundos negó,
Y quebrar ese cetro que España
Reclinaba orgullosa en los dos.
Estrofa IV
Lima, cumple su voto solemne,
Y severa su enojo mostró,
Al tirano potente lanzando,
Que intentaba alargar su opresión.
A su esfuerzo, saltaron los hierros
Y los zurcos que en sí reparó
Le atizaron el odio y venganza
Que heredó de su Inca y Señor.
Estrofa V
Compatriotas, no más verla esclava
Si humillada tres siglos gimió,
Para siempre jurémosla libre,
Manteniendo su propio esplendor
Nuestros brazos, hasta hoy desarmados,
Estén siempre cebando el cañon,
Que algún día las playas de Iberia,
Sentirán de su estruendo el terror.
Estrofa VI
Excitemos los celos de España
Pues presiente con mengua y furor
Que en concurso de grandes naciones
Nuestra patria entrará en parangón.
En la lista que de estas se forme
Llenaremos primero el renglón,
Que el tirano ambicioso Iberino,
Que la América toda asoló.
Estrofa VII
En su cima los Andes sostengan
La bandera o pendón bicolor,
Que a los siglos anuncie el esfuerzo
Que ser libres, por siempre nos dió.
A su sombra vivamos tranquilos,
Y al nacer por sus cumbres el Sol,
Renovemos el gran juramento
Que rendimos al Dios de Jacob.(bis)

Fuente:

lunes, 16 de junio de 2014

El Mito del Amor y el Alma: CUPIDO Y PSIQUÉ


En algún reino de Grecia, había un rey, padre de tres hermosas hijas. La más joven, Psiqué, era mucho más hermosa que sus dos hermanas y al lado de ellas parecía una diosa entre simples mortales. La fama de su hermosura se extendió por toda la tierra y de todas partes los hombres se ponían en camino para admirarla con rendida adoración y prestarle pleitesía, como si de una inmortal se tratara. Se llegó a decir incluso que la misma Venus no podía rivalizar con ella. Y cuantos más y más se presentaban ante ella, menos se acordaban de Venus. Los templos de la diosa estaban abandonados, sus altares cubiertos de frías cenizas y las ciudades consagradas a la diosa se convertían en ruinas. Todos los honores reservados hasta entonces se le tributaban a una simple muchacha, destinada a morir en día no lejano.
La diosa no podía aceptar semejante situación, y como siempre que se encontraba en apuros, requirió ayuda de su hijo, que unos llaman Cupido y otros Amor, y contra cuyas flechas no existe protección en el cielo ni en la tierra. Le contó sus cuitas, y, como siempre, se prestó a obedecer sus órdenes. "Usa tu poder - le dijo ella - y haz que esta pequeña desvergonzada se enamore locamente de la más vil y despreciable criatura que haya en el mundo". Él lo habría hecho ciertamente si Venus, olvidando en el furor de sus celos que aquella belleza podría ilusionar al mismo dios del Amor, no le hubiera mostrado antes a Psiqué. Cuando la hubo visto, el mismo Cupido se sintió con el corazón traspasado por una de sus flechas. Nada dijo a su madre; la verdad es que no tenía fuerzas para proferir una sola palabra y Venus se marchó convencida de que la suerte de Psiqué estaba echada.
Las cosas, sin embargo, ocurrieron de distinta manera a como ella creía. Psiqué no pensó nunca enamorarse de un malvado; en efecto, no se enamoró de nadie y, más extraño todavía, nadie se enamoró de ella. Los hombres seguían satisfechos en su contemplación, admirándola, adorándola, después pasaban de largo y desposaban a otra. Sus dos hermanas, aun siendo infinitamente menos seductoras, habían celebrado dos espléndidas bodas, cada una con un rey. Psiqué, la más hermosa, triste y solitaria, admirada siempre, pero jamás amada. Le parecía que ningún hombre la querría por esposa y ello causaba gran inquietud a sus progenitores. Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psiqué. El dios consintió en responder, pero su profecía fue terrible. Apolo decretó que Psiqué, vestida con negros crespones, debía ser llevada a la cumbre de una colina y permanecer allí sola; el marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y más poderosa que los mismos dioses, llegaría hasta ella y la haría su esposa...
No se puede imaginar el desespero que se apoderó de aquellos a quienes el padre de Psiqué contó tan triste noticia. Se preparó a la joven como para sus funerales, y con más lamentos que si se tratara de conducirla a la tumba la llevaron a la colina. Solo Psiqué permanecía animosa y decidida. “Más que llorar por mí -les dijo- debéis hacerlo por esta belleza que me ha granjeado la envidia del cielo. Marchad ahora, y sabed que deseo que pronto llegue el final". Desesperados partieron todos, abandonando a su destino a la radiante y desventurada muchacha y se encerraron en su palacio para llorar por ella el resto de sus días.

Sobre la colina, y en medio de la oscuridad, Psiqué permaneció sentada a la espera. Mientras temblaba y lloraba, en la calmada noche llegó hasta ella una ligera brisa, el dulce viento de Céfiro, el más suave de los vientos. Sintió que se elevaba. Se deslizó de pies por el aire sobre la colina rocosa hasta una pradera mullida como un lecho y perfumada por las flores. El hizo lo posible para que olvidara sus penas y la durmió. Despertó después a orillas de un claro arroyo a cuya vera se elevaba un castillo imponente y magnífico. Parecía destinado a un dios, con sus columnas de oro, muros de plata y suelos incrustados de piedras preciosas. Reinaba un silencio absoluto. Su interior parecía desierto y Psiqué se acercó cautelosa y atemorizada a la vista de tanto esplendor. Permaneció recelosa en el umbral cuando percibió unos ruidos; no veía a nadie, pero oía las palabras con claridad: "La casa es para tí -le decían-. Entra sin miedo y báñate, refréscate; en seguida se pondrá en tu honor la mesa del banquete".
Nunca había tomado un baño tan delicioso ni probado platos tan agradables. Mientras comía, escuchó a su alrededor una dulce música, como un arpa que acompañaba a un numeroso coro. La oía pero tampoco la veía. Todo el día estuvo sola, acompañada únicamente por las voces que escuchaba. Pero sin podérselo explicar presentía que su marido vendría al caer la noche. Y así fue. Cuando le sintió cerca de sí y escuchó su voz que murmuraba dulcemente a su oído, desaparecieron sus temores. Sin verle siquiera, estaba cierta que no era un monstruo ni tenia forma espantosa sino que era el amante esposo que tanto tiempo había deseado.
Aunque esta presencia mediatizada no podía satisfacerla plenamente, sin embargo se encontraba feliz y el tiempo transcurría rápido para ella. Pero una noche, su querido e invisible esposo le habló muy seriamente y le advirtió que un gran peligro le amenazaba bajo la forma de sus dos hermanas. "Vuelven a la colina de dónde has desaparecido para llorar por ti -le dijo-. Pero no es conveniente que te descubran. Si lo hacen me causarás una pena inmensa y te destruirás a ti misma". Prometió no dejarse ver y pasó todo el día siguiente llorando, pensando en sus hermanas y en la prohibición que tenía de no consolarlas. Pero lloró todavía más cuando volvió su marido y ni siquiera las caricias que él le prodigó pudieron secar sus lágrimas. Al fin, con gran disgusto, él cedió: "Haz lo que quieras -dijo- pero, te lo repito, estás buscando tu ruina, tu propia destrucción". Después, solemnemente, le explicó que no se dejara persuadir por nadie para que intentara verle, pues quedaría separada de él para siempre. Psiqué obedeció entre protestas, pues prefería morir cien veces que vivir sin el. "Pero otórgame la alegría de ver a mis hermanas" le suplicó ella. Tristemente, él se lo concedió.


Al día siguiente, llevadas por Céfiro, las dos hermanas descendieron de la montaña. Alegre, con el corazón palpitante de emoción, Psiqué las esperaba; su alegría era muy grande. Transcurrió largo rato antes de que las tres lograran hablarse; su alegría era muy grande y solo pudieron expresarse en suspiros. Por fin entraron en el palacio y las dos hermanas mayores revolvieron todos los magníficos tesoros. En un opulento festín escucharon maravillosa música. Y la envidia, la amarga envida y una curiosidad devoradora se apoderó de ellas. ¿Quién era el dueño de tal magnificencia? ¿Quién era el esposo de su hermana? Querían saberlo pero Psiqué, que mantenía su palabra, solo les dijo que su marido era un hombre joven que estaba participando en una cacería. Después, les llenó las manos de oro y joyas y pidió a Céfiro que las devolviera a la colina. Dejaron a Psiqué, pero el fuego de los celos quemaba sus corazones. Comparadas con Psiqué, las riquezas propias y su felicidad les parecían nada, y su envidiosa cólera creció tanto en ellas que llegaron a tramar juntas la perdición de su hermana.
Aquella noche, el esposo de Psiqué le advirtió una vez más que no volviera a ver a sus hermanas. Pero ella replicó que no podía dejar de verlas. ¿Tenía que prohibirle ver a sus hermanas a quienes tanto amaba? El cedió de nuevo y en seguida las dos ruines hermanas llegaron. Traían planes muy concretos. Las palabras vacilantes de su hermana y sus contradictorias respuestas, cuando le pidieron que describiera a su marido, avivaron su curiosidad. Estaban convencidas de que, no solo Psiqué no lo había visto todavía, sino que incluso ignoraba su identidad. No le expusieron sus sospechas, pero le reprocharon por disimular tan triste situación a sus hermanas. Ellas lo habían comprendido, le dijeron, y estaban seguras de que su marido no era un hombre, sino más bien la horrenda serpiente profetizada por el oráculo de Apolo. El de momento se mostraba dulce, pero llegaría una noche en que se arrojaría sobre ella para devorarla.
Psiqué, consternada, sentía que el terror invadía su corazón e iba matando poco a poco su amor. Muchas veces se preguntaba por qué él no le permitía verle, y sospechaba que debía tener para ello alguna poderosa razón, ¿Qué sabia de él en realidad? Si no era tan horrible, ¿por qué tenía la crueldad de ocultarse a su vista? Triste, temblorosa y balbuceante, dio a entender a sus hermanas que no podía negar lo que le decían, pues hasta aquel momento su marido no la había poseído sino en la más profunda oscuridad. "Debe ocultar algo horrible para que tema tanto la luz del día" dijo ella sollozando, y les pidió consejo.
Ellas lo tenían ya todo previsto, pues lo prepararon con antelación. Psiqué debía ocultar un cuchillo bien afilado y una lámpara al lado de su lecho. Cuando su marido estuviera profundamente dormido, ella se levantaría, encendería la lámpara y empuñando el cuchillo, lo clavaria en la figura horrible que la luz le descubriera.
La dejaron abrumada por la duda y fuera de sí, sin saber qué partido tomar. Ella le amaba y él era su amante esposo... Durante todo el día sus pensamientos luchaban dentro de ella. Cuando llegó la noche, había abandonado la lucha. Estaba decidida a matarlo...
Cuando él se durmió apaciblemente, ella se revistió de valor y encendió la lámpara. Caminando sobre las puntas de los pies se acercó al lecho y, elevando la luz, contempló lo que tenía ante sus ojos. ¡Oh, su corazón sintió un profundo alivio y el más sublimado éxtasis! La luz no le hizo ver un monstruo, sino la más bella de las criaturas. Invadida por la vergüenza de su locura y por su poca confianza, Psiqué se hincó de rodillas y si el cuchillo no hubiera caído de sus manos temblorosas lo habría clavado en el propio pecho. Pero mientras se hallaba reclinada sobre él, contemplando tan gran belleza, una gota de aceite cayó de la lámpara en la espalda de aquel bello joven. Se despertó sobresaltado, vio la luz y comprendió la desconfianza de Psiqué, y sin pronunciar palabra se marchó.


Psique corrió tras él. No podía verle, pero oía su voz que le hablaba. Le dio a conocer su nombre y con tristeza le dijo adiós: "El Amor no puede vivir sin confianza" y con esas últimas palabras la abandonó. "El dios del amor" pensó ella "era mi esposo, y yo, miserable, no tuve fe en su palabra. ¿Se ha marchado para siempre? De todas maneras -pensó ella llena de coraje- puedo pasar el resto de mi vida buscándolo. Si él no quiere ya amarme, yo sabré demostrarle mi amor". Y se puso en camino sin rumbo fijo; solo sabía una cosa: que jamás renunciaría a volverle a encontrar.
Entretanto, él fue a reunirse con su madre para pedirle que curara su herida, pero cuando Venus supo su historia y comprendió lo que Psiqué había pretendido, llena de cólera le dejó solo con su tristeza. Marchó en busca de la muchacha por cuya causa había sentido celos mortales. Venus estaba decidida a demostrar a Psiqué lo que cuesta escapar de la ira de una diosa.
La pobre Psiqué, en su desolado vagabundear, intentaba reconciliarse con los dioses. Les dirigía continuas y ardientes suplicas, pero ninguno de ellos quería granjearse la enemistad de Venus. Psiqué comprendió al fin que los dioses no le ofrecían esperanza alguna y tomó una rápida decisión. Se dirigiría a Venus, se ofrecería a servirla e intentaría apaciguar su cólera. "Y quién sabe -se dijo- quién sabe si él no estará en casa de su madre". Y se puso en camino para encontrar a la diosa, quien a su vez andaba buscándola.
Cuando las dos se encontraron, Venus se echó a reír y le dijo con desprecio si buscaba un marido, el que había tenido y que rehusaba verla después que escapó de la muerte a causa de las quemaduras que ella le causara. "Pero en verdad -dijo la diosa- eres tan descarada y te preocupas tan poco de tu aspecto que jamás encontraras un enamorado. Para darte pruebas de mi buena voluntad voy a enseñarte cómo hacerlo". Pidió gran cantidad de semillas de las más pequeñas, trigo, amapolas, mijo y otras, y las mezcló en un solo montón. "Por tu propio interés, procura que todas estén separadas para esta tarde" dijo la diosa. Y tras estas palabras se fue.
Psique quedo sola y, sentada, contempló el montón de semillas. No cabía en su cabeza la crueldad de esta orden que la desorientaba. Además, le parecía inútil ponerse a realizar un trabajo de tan difícil ejecución. Pero ella, que jamás despertó compasión de nadie en el mundo de los mortales ni de los inmortales, en esta penosa situación suscitó la piedad de las más pequeñas de las criaturas, las hormigas. "Venid, compadeceos de esta pobre criatura, ayudémosla pronto" se decían unas a otras. Todas respondieron a este llamamiento; vinieron en masa y trabajaron afanosamente separando y amontonando, y lo que fue un montón informe se convirtió en una serie de montoncillos bien ordenados, compuestos cada uno por una variedad de semilla. Así lo encontró Venus a su regreso, y al verlo se puso furiosa. "Aun no has terminado tu trabajo", le dijo. Dio un mendrugo de pan a Psiqué y le ordenó dormir en el suelo, mientras ella se tendía en su lecho blando y perfumado.

Si la podía obligar por largo tiempo a un trabajo duro y penoso, e incluso hacerle pasar hambre, la belleza odiosa de esta muchacha no lo podría resistir. Entretanto, impediría que su hijo abandonara la habitación donde todavía se encontraba, sufriendo a causa de su herida. Venus se sentía satisfecha por el cariz que tomaban los acontecimientos
A la mañana siguiente se le ocurrió un nuevo trabajo para Psiqué, una faena peligrosa. "Abajo, en la orilla del río, donde crecen unos espesos zarzales, se encuentran corderos que tienen el vellocino de oro. Ve y tráeme un poco de su brillante lana". Cuando la joven, extenuada, llegó junto a la corriente de agua, intentó lanzarse en ella y terminar así sus penas. Pero al inclinarse oyó una débil voz que parecía salir del suelo. Bajó los ojos y notó que la voz provenía del rosal. Le decían que no debía ahogarse, pues las cosas no se le presentaban mal. Los corderos estaban muy nerviosos y alborotados, pero si Psiqué esperaba un momento en que por la tarde salían de sus rediles para descansar y abrevar a la orilla del riachuelo, solo tendría que entrar en los corrales y recoger los copos de lana enganchados en las zarzas.
Así habló el dulce y gentil rosal, y Psiqué siguiendo su consejo recogió gran cantidad de hilos de oro para su cruel dueña. Venus la recibió con helada sonrisa. "Alguien te ha ayudado -le increpó bruscamente- tu sola no lo habrías podido realizar. Te voy a dar otra ocasión de probar que tienes el corazón tan decidido como aparentas. ¿Ves aquella agua tan negra que desciende de la colina? Es el nacimiento del río terrible y aborrecido, el Estrige. Llena este frasco". Era la prueba más dura que le habían impuesto. Psiqué se dio cuenta al llegar a la cascada. Las rocas que la rodeaban eran escarpadas y deslizantes; el agua se precipitaba por lugares tan abruptos que solo una criatura alada podía aproximarse. Y efectivamente, un águila la ayudó. Planeaba con sus enormes alas por los alrededores cuando vio a Psiqué y se compadeció de ella. Con su pico le arrebató el frasco de sus manos, lo llenó de agua negra y se lo devolvió.
Pero Venus se dio cuenta. Todo lo que ocurría la incitaba a pruebas más difíciles. Dio una caja a Psiqué con la consigna de llevarla al hades y rogar a Proserpina, reina del mundo subterráneo, que metiera en ella un poco de su belleza. Psiqué debía insistir sin desmayos y hacer comprender a Proserpina que Venus padecía necesidad urgente, pues estaba ajada y agotada de atender a su hijo enfermo. Obediente como siempre, Psiqué se fue a buscar el camino que conducía al Hades. Cuando pasaba ante una torre, ésta se ofreció a guiarla y le señaló el rumbo que la llevaría al palacio de Proserpina: debía pasar primero por un gran agujero que había en tierra y después por el río de la muerte donde debía entregar una moneda al barquero Caronte para que la transportara a la otra orilla. Allí el camino descendía recto al palacio. Cancerbero, el perro de tres cabezas, guardaba las puertas, pero si ella le ofrecía un dulce se amansaría y le permitiría entrar.
Todo ocurrió como la torre anunció. Proserpina no deseaba más que servir a Venus; Psiqué, muy animada, tomó la caja y volvió más rápida que había ido.
Llevada por la curiosidad, y más todavía por su vanidad, quiso ver el encanto que la caja contenía y, a poder ser, usar un poco en ella misma. Al igual que Venus, sabía que su belleza estaba resentida por los sufrimientos y no le abandonaba un instante la idea de recobrar a Cupido. ¡Ojalá otra vez pudiera volverse más bella para él! Incapaz de resistir la tentación, abrió la caja y con gran desencanto no encontró nada; estaba vacía. Entonces un decaimiento mortal se apoderó de ella y cayó en un profundo sueño.

En este crítico momento intervino el dios del Amor. La herida de Cupido ya había curado y deseaba ardientemente encontrar de nuevo a Psiqué. Es difícil contener el amor. Venus había cerrado las puertas, pero quedaban las ventanas. Nada más fácil para Cupido que escapar por una de ellas y buscar a su esposa. En un momento arrancó el sueño de los ojos de Psiqué y lo encerró en la caja. Después despertó a su mujer con un beso. La riñó un poco por su curiosidad, le dijo que llevara a su madre la caja de Proserpina y le aseguró que todo en adelante tendría un feliz desenlace.

Mientras Psiqué se apresuraba a obedecer, el dios del Amor se marchó al Olimpo. Quería asegurarse de que Venus no le pondría más dificultades y planteó el caso ante Júpiter. El padre de los dioses y de los hombres consintió enseguida en todo lo que Cupido le pedía. Convocó a los dioses y les anunció (a Venus y a los demás) que Cupido y Psiqué estaban oficialmente casados y propuso conceder la inmortalidad a la esposa. Mercurio elevó a Psiqué hasta el cielo y la depositó en el palacio de los dioses. El mismo Júpiter le hizo gustar la ambrosía que le otorgaba la inmortalidad. Esto, naturalmente, cambiaba la situación. Venus no podía ya censurar a la diosa que había llegado a ser su bella nuera. Se imponía una alianza y así pensó que Psiqué, viviendo en el cielo con su marido, le faltaría tiempo para bajar a la tierra, acaparar la atención de los hombres e inmiscuirse en su culto.

Todo terminó felizmente. El Amor y el Alma (que es lo que significa Psiqué en griego) se buscaron y tras duras pruebas se encontraron. Y esta unión no debía romperse jamás.

Fuente: http://www.kelpienet.net/rea/temas.php?ng=9

lunes, 10 de marzo de 2014

Quetzal (Pharomacrus mocinno)

Ave trepadora, propia de la América tropical, que mide unos 25 cm desde lo alto de la cabeza hasta la rabadilla, 54 de envergadura y 60 en las cobijas de la cola; de plumaje suave, color verde tornasolado y muy brillante en las partes superiores del cuerpo y rojo en el pecho y abdomen, cabeza gruesa, con un moño sedoso y verde, mucho más desarrollado en el macho que en la hembra, y pies y pico amarillentos.

Clasificación científica
Los quetzales componen el género Pharomachrus, perteneciente a la familia Trogónidos, orden Trogoniformes. El nombre científico del quetzal es Pharomachrus mocinno y el de la viuda de montaña es Pharomachrus pavoninus.

Principales características
Es identificable por el penacho de plumas deshilachadas que corona su cabeza, además del extraordinario desarrollo que alcanzan las coberteras (plumas que cubren la base de la cola).

Hábitat
Dispersa en los bosques montañosos de México y de América Central, hasta Costa Rica, esta ave vive en zonas situadas a unos dos mil metros de altitud sobre el nivel del mar. Se la encuentra en lugares húmedos, principalmente en bosques montañosos altos, donde suele posarse en las ramas poco elevadas, en las que permanece por largo tiempo casi inmóvil, y volviendo de vez en cuando la cabeza ya a la derecha ya a la izquierda.

Descripción
Prácticamente ningún ave americana puede competir con la que nos ocupa en belleza de plumaje y en elegancia de movimientos. Su cuerpo es del tamaño de una gallina; unos 40 cm de largo. Las plumas del macho son verdes y rojas, pero pueden verse azules o doradas de acuerdo a la incidencia de la luz solar. Tiene una larga cola que puede llegar a medir dos veces el tamaño de su cuerpo. Durante el vuelo, rápido y rectilíneo, el bello adorno formado por las coberteras ondula en el aire. La hembra, en cambio, es de colores menos vistosos (gris y verde) y no presenta largas plumas.

No es fácil ver a un quetzal, ya que por lo general es silencioso y su plumaje se confunde con las hojas húmedas de las plantas de la naturaleza circundante.

EL QUETZAL COMO AVE NACIONAL DE GUATEMALA
Según la leyenda el ave nacional se paró sobre el pecho de Tecun Umán cuando este murió y desde ahí el Quetzal tiene el pecho rojo.

En las civilizaciones precolombinas de Mesoamérica, era considerado un ave divino asociado a Quetzalcoatl, la deidad "serpiente emplumada".
Los antiguos mexicas y mayas vieron el quetzal como el "dios del aire" y como un símbolo de la bondad y la luz, y sus plumas de cola verde iridiscentes fueron venerados como símbolos para el crecimiento de las plantas en la primavera. Los gobernantes de Mesoamérica y algunos otros rangos de la nobleza, llevaban tocados de plumas del quetzal como símbolo de su relación con Quetzalcóatl. Como era un crimen de matar a un quetzal, el ave fue únicamente capturada para sacarle algunas plumas y luego puestas en libertad. En varios idiomas mesoamericanos, el término para quetzal también tiene el significado de "sagrado", "precioso" o "erigido".

El quetzal no puede vivir en cautividad; su plumaje empieza a perder brillo y a los pocos días muere. Sin embargo experimentos recientes, han demostrado que recreando su ambiente natural (geografía, temperatura, humedad, alimento, etc.), puede vivir y llegar incluso a reproducirse en cautiverio. Esto como forma de preservar la especie ante el peligro de extinción al cual está sometido el quetzal.
Los antiguos mayas y los aztecas sentían gran respeto hacia esta ave, a las que veneraban como una divinidad. Arrancaban las plumas del macho para emplearlas durante los ritos religiosos y para hacer con ellas objetos de adorno destinados a los reyes. La captura o caza de quetzales se consideraba una gran ofensa, y castigaban con la muerte a quien matara al "ave de rico plumaje". En la actualidad, el quetzal es considerado enGuatemala como el símbolo de la independencia, en calidad de lo cual se le ve representado en los sellos de correo y en la moneda guatemalteca que lleva su nombre. 
El quetzal constituye la especie tipo del grupo Pharomacrus, y se le dio la denominación científica de Pharomacrus mocinno en recuerdo del eximio naturalista mexicano José Mariano Mociño.

Fuente

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viernes, 28 de febrero de 2014

Breve reseña Histórica del Himno Nacional de Venezuela

El Himno Nacional surgió como un canto emocional en un momento de inspiración patriótica en los mismos albores de la Independencia. Consta, en efecto, que apenas se dio el golpe de estado del 19 de abril de 1810, poseídos los venezolanos de un encendido fervor revolucionario, una de las primeras tareas fue la composición de una canción patriótica que pudieran entonar, en concordancia con el momento de exaltación que vivían. Entusiasmados por el éxito de la primera canción patriótica ("Caraqueños, otra época empieza"), con letra de Andrés Bello y música de Cayetano Carreño, sugirieron la proposición de que la Sociedad lanzara también una canción que estimulara el ánimo de los indecisos. Fue así como uno de los miembros de la Sociedad Patriótica, el médico y poeta Vicente Salias, improvisó allí mismo las primeras estrofas del Himno Nacional: Gloria al Bravo Pueblo.

Grande fue el prestigio de esta canción patriótica, de cuyo impacto en los españoles se hace eco el Intendente del Ejército y Real Hacienda, quien informa al Supremo Ministerio de Hacienda -por documento fechado en Cádiz el 4 de julio de 1810-, lo siguiente: "pero lo más escandaloso fue que en las canciones alegóricas que compusieron e imprimieron de su independencia, convidaban a toda la América Española para hacer causa común, y que tomasen a los Caraqueños por modelo para dirigir revoluciones". (Documento en el Archivo General de Indias, España). Dichos conceptos constituyen una atinada interpretación del sentido de la tercera estrofa del Gloria al Bravo Pueblo:
«Unida con lazos que el cielo formó, la América toda existe en Nación, y si el despotismo levanta la voz seguid el ejemplo que Caracas dio».
Era ya por entonces el Gloria al Bravo Pueblo un gran canto patriótico. Su letra y música constituían fuente de honda evocación. Durante el transcurrir de la contienda emancipadora las demás canciones patrióticas fueron perdiendo vigencia y poco a poco quedaron durmiendo en el recuerdo. Sólo ésta, con su síntesis de historia y visión del futuro, persistió.
«¡Abajo cadenas! Gritaba el señor, Y el pobre en su choza Libertad pidió».
Era el Señor allí aludido, el rico, el emparentado o descendiente de condes y marqueses, el mantuano de vida regalada y vastas posesiones. Tanto ellos como el pobre ansiaban y pedían libertad. Abajo las cadenas de las extorsionadoras injusticias y privilegios. Era el pueblo todo, con su multitud de ricos y su muchedumbre de esclavizados pobres. Todos clamaban por la entonces inexistente libertad, a cuyo nombre sacrosanto se estremecían de terror los tiranos y los déspotas:
«A este santo nombre tembló de pavor el vil egoísmo que otra vez triunfó».
El egoísmo, la ambición de unos cuantos y poderosos representantes de la Monarquía; la explotación de la tierra y de sus hombres a lo largo de más de trescientos años de extorsión y coloniaje, la trata de negros, las distinciones de castas y todo un mundo de injusticias. Ante la libertad conquistada desaparecerían las opresoras cadenas.
Expresa la canción: «Y desde el Empíreo, el Supremo Autor un sublime aliento al pueblo infundió». Aquí, la admirable visión futurista de Vicente Salias anticipó que, en aquel ejército de héroes que más tarde comandaría Simón Bolívar y que realizaría inauditas proezas, latía una inspiración sublime y vibraba el fuego de la Libertad, supremo don del Creador.
La frase que en el coro dice: «Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó» rinde homenaje y evoca a Caracas, la ciudad bajo cuyo cielo se fraguó y culminó el movimiento revolucionario que inició el fin de la dominación extranjera, a la vez que glorifica a su gente.
En la Guerra de la Independencia, la voz del Gloria al Bravo Pueblo fue antorcha de patriotismo, entusiasmo y heroísmo, de estímulo en los días aciagos y clarín de gloria en Carabobo, Junín y Ayacucho. Ya afianzada la vida republicana, se la denominó "Canción Nacional", demostrándose así la aspiración del pueblo por tenerla como símbolo de la patria, pues ninguno de los otros cantos podría ser tan apropiado como éste, que había vivido toda la epopeya de la gesta independentista.
Este glorioso canto épico, que repercutió en Caracas desde que fue interpretado por primera vez, era cantado jubilosamente por el pueblo en las calles. Era el canto marcial en los combates que se libraron por la emancipación de Venezuela y otras hermanas repúblicas de América, quedando definitivamente los compases de su nota sublime y triunfal, desde aquellos días gloriosos, como Himno Nacional y las orquestas se encargaban de difundirlo por las principales poblaciones de Venezuela, bajo la denominación de Canción de Caracas o Marsellesa venezolana.

El Presidente Guzmán Blanco le confiere carácter oficial mediante decreto de 25 de mayo de 1881.
Después del decreto de 1881, y de las publicaciones del Himno Nacional que se hicieron en 1883 con motivo del centenario del nacimiento del Libertador, se hizo en 1911 una nueva edición oficial en conmemoración del centenario de la Independencia.

El artículo 13 de la Ley de Bandera, Escudo e Himno Nacionales del 17 de febrero de 1954, determina del modo siguiente los casos en que debe ser tocado el Himno Nacional:

  • Para tributar honores a la Bandera Nacional.
  • Para rendir homenaje al Presidente de la República.
  • En los actos oficiales de solemnidad.
  • En los actos públicos que se lleven a efecto en Estados y Territorios de la República para la conmemoración de las fechas históricas de la Patria, y en aquellos que determine el Reglamento de la presente Ley.
  • En los actos que prevean otras leyes de la República".


En algunos actos de carácter cultural o cívico, el Himno Nacional, en vez de ser ejecutado por instrumentos musicales, es cantado por un conjunto coral. Las estaciones de radio y televisión suelen iniciar y concluir sus emisiones con el Himno Nacional.

CANCION PATRIOTICA
GLORIA AL BRAVO PUEBLO

Letra: Andrés Bello
Música: Lino Gallardo

Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó,
La Ley respetando la virtud y honor.

1
Pensaba en su trono que el ardid ganó,
Darnos duras leyes el usurpador.
Previó sus cautelas nuestro corazón
Y a su inicuo fraude opuso el valor.

2
Abajo cadenas, gritaba el Señor,
Y el pobre en su choza
Libertad pidió.
A este santo nombre tembló de pavor,
El vil egoísmo que otra vez triunfó.
3
¿Qué aguardáis patriotas, hijos de Colón?
¡Marchad tras nosotros y viva la unión¡
Y si el despotismo levanta la voz,
Seguid el ejemplo que Caracas dio.

4
Gritemos, con brío, muera la opresión,
Compatriotas fieles, la fuerza es la unión.
Y desde el empíreo el Supremo autor,
Un sublime aliento al pueblo infundió.

5
Unida con lazos que el cielo formó,
La América toda, existe en nación.
Temedla tiranos, que el orbe adoró,
Ya jura ser libre, ya os ve con horror.


HIMNO NACIONAL DE VENEZUELA
   "GLORIA AL BRAVO PUEBLO"

Letra: Vicente Salias
Música: Juan José Landaeta

Coro
Gloria al bravo pueblo
que el yugo lanzó,
la ley respetando,
la virtud y honor.

   I
¡Abajo cadenas!
Gritaba el señor;
y el pobre en su choza
libertad pidió.
A este santo nombre
tembló de pavor
el vil egoísmo
que otra vez triunfó.

II
Gritemos con brío:
¡Muera la opresión!
Compatriotas fieles,
la fuerza es la unión;
y desde el Empíreo
el Supremo Autor,
un sublime aliento
al pueblo infundió.

III
Unida con lazos
que el cielo formó,
la América toda,
existe en nación;
y si el despotismo
levanta la voz,
seguid el ejemplo
que Caracas dio.



Descarga el Himno Nacional de Venezuela

Imagen Bandera de Venezuela

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